DESDE EL RÍO NAPO: SECOYAS
Marta lleva doce días ingresada en el Hospital Franklin Tello, de Nuevo Rocafuerte, por una severa anemia. Tiene 59 años. Se percibe en ella una clara suavidad en sus expresiones. Vive sin meter mucho ruido. Saint-Exupéry escribió un día: "Cada mujer contiene un secreto: un acento, un gesto, un silencio".
Su familia vive más abajo de la desembocadura del río Yasuní en el Napo. Es terreno peruano. Allí formaron la comunidad secoyas llamada Painkenape, compuesta por 8 familias.
Su marido, Amable, es el líder del grupo. Él, tumbado en la hamaca, brevemente me resume su vida en 4 trazos: "Tenemos familia en Santa María (Guajoya) y por Lagartokocha(Puerto Estrella). Eso ya es Perú. Llevo 30 años de promotor de salud; 15 años pasé en el Registro Civil de Iquitos (Perú). Me ofrecieron trabajo en Pantoja dentro del Centro de Salud. No acepté. Prefiero vivir cerca de mi familia. Sin tener que ir de comunidad en comunidad. Me quedo en casa. Quiero ser y vivir libre".
Se le ve feliz a Amable. Sereno. Sabe lo que quiere. Y lejos de padecer ansiedad, estrés o un amago de infarto de miocardio. Además personifica el "elogio de la lentitud".
A esta comunidad secoya la fundación "Raíz" les ayudó con la instalación de agua, techo para cada familia, contrato del profesor... Esta organización filantrópica, a través de Manuel Pallares, tiene el objetivo de reunificar al pueblo secoya, dividido entre Ecuador y Perú, rescatando así su territorio ancestral.
"Y cómo llaman a Dios en secoyas? - preguntó a Marta durante el diálogo en el hospital.
"Maijakë"- contesta Marta dulcemente.
Intento pronunciar esta palabra. Ella sonríe. Y yo también. Esta lengua indígena tiene sonidos guturales y nasales muy singulares. Como dice mi cuñado cubano : "no es fácil!".
Shuk punchakama. Hasta otro día.
Jesús Eugenio Jáuregui Arbizu (Misionero Capuchino)
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