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Curia provincial de capuchinos de Navarra - Cantabria - Aragón y Rioja

 P. Adoáin, 1

31015 PAMPLONA

 

¡Resucitó!  ¡Aleluia!

Queridos hermanos: Paz y Bien.

A lo largo del año litúrgico vamos viviendo los momentos más significativos del paso del Hijo de Dios por nuestro mundo. Él, como todo ser humano, estuvo sujeto a las leyes evolutivas de la naturaleza humana desde el primer momento de su concepción hasta el trágico final de su vida colgado y muerto en la cruz. Por ser un hombre pasó por todos los estadios de la vida humana, hermosos y alegres unos, amargos y dolorosos otros. En todos ellos fue buscando, descubriendo y cumpliendo siempre la voluntad que su Padre Dios le iba mostrando en cada situación.

Estos días, al final de la cuaresma y durante toda la semana santa, estamos acompañando a Jesús en el trago amargo de su pasión y muerte. Él nos ha dejado muy claro todo el amor que Dios tiene a nuestro mundo y a cada uno de nosotros, como garantía luminosa y fundamento firme de nuestra esperanza.  Se nos ha presentado como el humilde e insignificante grano de trigo que cae en tierra para que en el silencio del misterio de la naturaleza se realice el milagro de la vida. Pasando por el árbol de la cruz, camina  desde el fracaso hasta el triunfo, desde la muerte hasta la vida, desde la angustia y el dolor hasta el gozo rebosante de la Resurrección.

También nosotros vamos celebrando todos los años los misterios del sufrimiento y muerte de Jesús,  para desembocar con Él en el gozo del triunfo sobre el dolor y la muerte, hasta poder entrar de lleno en la alegría de la vida sin fin. Él nos invita y acompaña en este trance doloroso de nuestra vida religiosa. Recorremos como Él estos momentos de duda y de oscuridad en que estamos envueltos. Muchas veces nos preguntamos si  nuestra vida tendrá sentido, en medio del alejamiento de la fe de tantas personas, en medio de esta sequía tan prolongada de vocaciones y en medio del descrédito e indiferencia que produce al mundo nuestra vocación cristiana y religiosa. Buscamos a tientas el camino que pueda llevarnos a la luz y no acabamos de verlo con claridad. Sabemos que tenemos que seguir caminando, porque quien se detiene en la vida comienza a adentrarse en la muerte.

La psicología nos demuestra que toda vida es una continua evolución. Cuando acabamos de  situarnos y dominar  un estadio, nos sentimos seguros en él. Pero inmediatamente comienza a producirse el paso al estadio siguiente, lo cual crea en nosotros sentimientos de temor e inseguridad ante lo desconocido. Cada estadio nuevo supone  cierta  crisis, pero este proceso es ley de vida. Exactamente lo mismo sucede en nuestra vida religiosa. Podemos sentirnos seguros en la situación vivida hasta ahora, porque la conocemos bien y la dominamos. El paso a lo nuevo y desconocido es a veces costoso y doloroso, pero la vida exige movimiento y progreso continuos, porque ,si nos detenemos en lo cómodo del momento actual, comenzamos a morir.

Estamos inmersos en el proyecto en marcha de la unificación de las cuatro provincias. Somos conscientes de que no es la solución a nuestros problemas, pero sí puede ser un camino hacia ella. Este paso va a llevar consigo  una nueva reestructuración de nuestras presencias con el fin de poder crear algunas fraternidades nuevas con un estilo diferente. Todo ello nos va a pedir a algunos el sacrificio de la disponibilidad, que exige siempre renuncia a lo ya conocido y dominado  para aceptar y entrar en la intemperie de lo desconocido. Y va a pedir a todos la aceptación de las consecuencias que esta reestructuración pueda producir en cada una de las actuales provincias.

Ojalá que en estos días santos vivamos la profunda actitud de obediencia al Padre que tuvo Jesús ante lo desconocido del cáliz amargo que le esperaba. Sabía  muy bien que la muerte del grano de trigo era imprescindible para el nacimiento a una vida nueva y llena de fruto. Y era muy consciente de  que, sin la muerte, la resurrección es imposible. Con la total confianza ante su Padre Dios, no sólo aceptó su destino, sino que Él mismo fue el protagonista decidido que apuró hasta la última gota el cáliz de dolor que le esperaba. Por eso Dios lo resucitó de entre los muertos y lo llenó de la Vida nueva.

Hermanos, no estamos solos. Jesús mismo nos habla en todos los momentos y en todos los acontecimientos de nuestra historia. Él nos acompaña en el camino doloroso  hacia el amanecer de una vida religiosa capuchina que sea signo visible del evangelio en el mundo que nos toca vivir.  No nos quepa duda de que, si estamos unidos a Él, también nosotros veremos y gozaremos del gozo inmenso de su Resurrección.

¡Feliz Pascua de Resurrección!

 

Pamplona, 1 de marzo de 2009

José Luis Iso

Ministro provincial

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