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MENSAJE PASCUAL DEL MINISTRO GENERAL 2022

¡Paz y bien, hermanos!

Otra vez nos encontramos a las puertas de la Pascua, misterio de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor. En este período pienso que todo el mundo esté muy sorprendido, impresionado, por todo lo que sucede en tierras de Ucrania: nos preguntamos cómo es posible una cosa semejante, cómo es tan cruel el corazón de los hombres cuando llega a no considerar más al hombre. Qué malos podamos ser– verdaderamente malos-. ¿Qué produce la iniquidad del mal? El mal contra el hombre. Creo que incluso el mal cultivado dentro de nosotros es siempre contra el hombre. Y cuando estamos demasiado concentrados en nosotros mismos no vamos a ninguna parte; es un gran mal que está presente hoy en el mundo, y quizás también entre nosotros, esta formidable atención a nosotros mismos y a valorar todo desde nuestro punto de vista con criterios generalmente banales para decir lo que me hace bien, y lo que no me hace bien. Precisamente en este camino que nos acerca a la Pascua, nuestra mirada se dirige a nuestro Señor Jesucristo en la cruz.

Es una manera del todo diversa de situarse: es un modo que no se mira a sí mismo, sino que todo lo que hace, lo hace por nuestra salvación, por nosotros, por otros que no son él, por parte del Hijo de Dios, para que su pueblo obtenga la victoria sobre el mal y la muerte, tenga la esperanza de participar en la vida eterna en Dios. Pienso en cuántos hermanos, lo pienso con cierto orgullo y también con una cierta envidia, en cuántos hermanos que están comprometidos en el terreno para socorrer a las poblaciones que deben escapar de Ucrania sin nada, o también en nuestros hermanos que están allí, en Ucrania, y buscan servir al máximo, como pueden, en esa difícil situación.

Hay tantos ejemplos, verdaderamente tantos ejemplos, en Ucrania, alrededor de Ucrania, en Polonia, en Rumania, tantos ejemplos también en otros países de Europa, de compromiso solidario hacia aquellos que están sufriendo; no voy a citarlos a todos –se ofendería a los no nombrados que trabajan–, hay verdaderamente tantos ejemplos de hermanos, de situaciones en las que están comprometidos para acoger a los refugiados, para ayudarlos y envíales ayuda.

Me gustaría estar en el lugar de aquellos que están allí, en el frente, de los hermanos que están en la situación de acoger a los refugiados, de quien arriesga en algo la propia vida para ayudarlos; me gustaría estar allí, me parece que eso sea el modo más cercano al modo de ser de Jesús en la cruz que no se preocupaba de sí mismo, sin que se preocupaba de los demás.

De hecho, también en nuestra vida, nosotros debemos ser testigos de lo que nos hace más felices: nos hace más felices el ponernos a disposición para el bien de los otros, comenzando por las cosas más pequeñas, por los servicios fraternos, por una buena preparación de la homilía, por el ponerse a confesar con ánimo recto y no solo por obligación. Por tantas cosas comienza nuestro ponernos a disposición, pero es a través de esta disposición del Señor como nosotros entramos al servicio y, a través de este ponernos a disposición allí con todas nuestras energías, encontramos el secreto de la felicidad en nuestra vida.

Hermanos, mientras hacemos este recorrido de acercamiento al misterio de nuestra Redención, pongámonos también todos nosotros, todos donde estamos, unidos y hermanos, junto a quien socorre, a quien ha sido golpeado gravemente por esta guerra. Pongámonos todos a disposición, poniéndonos a nosotros mismos por los demás. Encontraremos una gran comunión con el Señor y encontraremos una gran serenidad de vida: no puedo más que desearos que descubráis en este misterio de Pascua que el don de sí mismo es nuestra gran felicidad.

¡Felicidades, hermanos!

Fr. Roberto Genuin 

Ministro Generale OFMCap

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