ES BUENO ESPERAR EN SILENCIO
LA SALVACIÓN DE NUESTRO DIOS (Lam 3, 32)
A todos los hermanos de la Provincia
Queridos hermanos, ¡Que el Señor os dé la paz!
Desde la distancia y el encierro en la Fraternidad de la Chiquinquirá de Caracas, mientras podemos estar conectados seguimos con atención la situación que ha creado esta pandemia en nuestro mundo. A menudo recuerdo lo que me dijo hace ya unos años aquella chica mejicana, antes de subir al avión en Ciudad de México destino Madrid, el día que hubo un accidente aéreo en Barajas. Crecía el número de muertos continuamente y el desconcierto ante quienes teníamos que volar, también. “Como dicen en esta tierra, si te toca, aunque te quites. Si no te toca, aunque te pongas”.
Los medios de comunicación se hacen eco de los datos que publican los gobiernos: nuevos casos, ingresos, curaciones y defunciones. Reconocemos que no son meros números, sino que estamos hablando de personas, de vidas humanas. Las autoridades gubernamentales apelan constantemente a la responsabilidad personal y al tener que acatar las medidas propuestas para vencer al Covid 19. Lanzan mensajes diciendo que de esta salimos juntos, que vamos a salir fortalecidos, etc.
La percepción de la pandemia se ha hecho más dura y real ante la situación crítica en la que se encuentran personas conocidas. Se hace más dura especialmente ante la muerte de los nuestros. Como tantas veces predicamos en los funerales, la muerte nos habla con voz lejana, cuando no nos sentimos tan afectados ante lo que ocurre en nuestro derredor. Pero nos habla con una voz mucho más cercana, cuando se lleva a alguien querido y cercano. Es entonces cuando se trastoca todo…, hasta nuestra fe. Surgen esos interrogantes, esos porqués, a los que tratamos de dar respuesta en medio del dolor. Unas veces nos llevan a la desesperación. Otras a la esperanza y confianza en Dios. Como creyentes, estamos llamados a lanzar sobre la situación que vivimos una mirada de fe y de esperanza. Me gusta entender la esperanza, como “el saber afrontar los problemas de la vida sin perder la serenidad”.
Desde la espiritualidad franciscana creemos que la debilidad es la morada de Dios. Un Dios al que no se le encuentra al final de nuestras luchas cotidianas, sino precisamente en ellas, mientras ocurren. La situación que estamos viviendo estos días, marcada por la fragilidad, si somos capaces de vivirla con fe, nos abre hacia el misterio de Dios y a la compasión y solidaridad hacia el prójimo. Siendo conscientes y tocando la propia debilidad, aprendemos a padecer con los demás.
Tal vez el silencio sea nuestra palabra o nuestro grito mas fuerte. Por eso he recordado el consejo bíblico: “es bueno esperar en silencio la salvación de nuestro Dios”. Recuerdo también lo que nos dice la Ratio Formationis: “Bienaventurados los que escuchan el silencio: sus ojos se llenan de luz y sus pasos se encaminan a lo profundo del corazón". Quien se deja tocar por el silencio se relaciona más hondamente con el mundo, se abre a la paz y vive de una forma más auténtica (1C 6,10, 71, 91; LM 5,6; LP 56; EP 55)”.
En el silencio se intuye la presencia del Misterio (Ex 3,1-15) y se aprende que, para dejarse encontrar por él, es preciso convertirse y buscar la verdad de uno mismo (Gn 12,1), cuidando el espacio interior, que traspasa los límites de lo superficial y permite una relación fecunda con los otros: en ellos descubrimos también quiénes somos nosotros. El silencio es fuente de deseo, diálogo, belleza y, cuando se hace contemplación, es ocasión para acoger el susurro de la voz de Dios (1Re 19,3-15)”. (RF2).
Hacemos frente a esta complicada situación en estos días cuaresmales que nos van aproximando hacia la Pascua, la fiesta de la Vida. La misma naturaleza nos lo recuerda. Se va abriendo y manifestando la vida. Vuelve a aparecer ante nosotros, aunque el encierro en casa nos dificulte percibirla y disfrutarla.
Un año más celebraremos que, desde la debilidad aparente del amor, el Resucitado nos ofrece su paz, que es serenidad interior, plenitud de vida en nuestras relaciones con Dios, con los demás, con la creación.
Hermanos, “que la paz que anunciamos de palabra la tengamos en mayor medida en nuestros corazones”.
Recibid mi saludo de hermano.
Caracas, 22 de marzo de 2020
Fr. Benjamín Echeverría
ministro provincial
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