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Carta a los hermanos con motivo de la celebración de la Cuaresma-Pascua 2020

EL AMOR DESALOJA EL TEMOR

Hno. Benjamín Echeverría

Hermanos: Paz y Bien.

Comenzamos el tiempo de cuaresma y con este tiempo tan “bueno” que tenemos, la misma naturaleza va despertando y va dejando atrás el invierno. “Mueven” los árboles, las plantas, la naturaleza, dando paso de lo dormido, de la muerte, a la vida. Unidos a la naturaleza se nos invita a despertar en este tiempo para poder celebrar en Pascua, junto con toda la creación, al Dios que es Amor. Así lo cantábamos desde niños en las celebraciones de la Eucaristía: “Dios es amor, la Biblia lo dice. Dios es Amor, san Pablo lo repite. Dios es Amor, búscalo y verás, en el capítulo cuarto, versículo ocho, primera de Juan”. Decir que Dios es Amor no es una frase redonda, una definición abstracta de la esencia de Dios, sino la revelación que Dios ha hecho de sí mismo a lo largo de la historia y que culmina en Jesús.

En esta primera carta de San Juan a la que hacemos referencia, dice el apóstol que “el amor desaloja el temor”, “echa fuera al miedo” (1Jn 4,18). Recuerdo estas afirmaciones para ayudarnos a vivir estos tiempos fuertes y para tratar de afrontar y entender la vida desde nuestra propia fe.

Hablar del presente siempre es difícil, entre otras cosas porque podemos acentuar algunos aspectos únicamente y no somos capaces de abarcar toda la realidad. Tendemos a ser críticos con el tiempo en que nos toca vivir y podemos hacerlo cargando las tintas en el pesimismo que nos hace mirar con nostalgia el pasado o anhelando un futuro utópico. También es verdad que no podemos conformarnos con lo que vivimos en estos tiempos y que un poco de crítica nos ayuda a ver mejor, sin caer en la indiferencia escéptica, ni en un optimismo exagerado, ni tampoco en una visión apocalíptica, como si todo fuera malo en nuestro entorno.

Reconocemos que los nuestros son tiempos de una gran desorientación. Hay quien los define como unos tiempos en los que estamos cada vez más informados, pero poco formados. Estamos más abiertos a la diversidad de opiniones, pero más influenciables. Somos menos críticos y superficiales, más escépticos y menos profundos. Tenemos el riesgo de confundir los deseos personales y caprichos con derechos, que son cada vez más para uno mismo, y no tanto para los demás.

Quienes analizan nuestro mundo nos recuerdan constantemente que las cosas más importantes de la vida no son útiles, ni superficiales, ni fugaces, sino que son las más profundas y las que permanecen. Insisten en que lo que configura gran parte de la vida de las personas son los propios vínculos, las personas a quienes amamos y por quienes somos amados, y el deseo de hacer del mundo un lugar mejor para todos.

En los tiempos de crisis todos los grandes pensadores recomiendan siempre volver a lo esencial, a lo que perdura, a las raíces de la vida, a lo que de verdad nos hace más humanos y mejores personas: amar sin miedo.

San Francisco también hizo suyas las palabras de san Juan llevándolas a la vida. “Donde hay caridad y sabiduría, allí no hay temor ni ignorancia” (Adm 27). A medida que experimentó el amor de Dios y lo descubrió como Bien, fue desterrando todos los miedos que paralizaban su vida.

Francisco nos trasmite a través de estas palabras su propia experiencia. Equipara el amor a la seguridad. “Tú eres seguridad”. Así es también Dios. Por eso, cuando alguien se abandona en el amor y la seguridad de Dios, se elimina el temor. Por otro lado, cuanto más crece el gusto por Dios, la sabiduría de la que él habla, más se intensifica el amor. Y al revés, cuanto más grande es el amor, más se conoce a la persona amada. Así, el conocimiento de las cosas, de las personas y de Dios por amor nos aleja de la ignorancia.

Siempre hay miedos en nuestra vida que como Francisco hemos de combatir constantemente. Muchos de ellos desaparecen gracias a la intensidad de nuestros encuentros, de nuestras relaciones con los demás. Este es un tiempo de preparación y de intensificar el encuentro con Dios, el Dios Amor, Caridad… El Dios que resucitó a Jesús.

Madrid, 26 de febrero de 202

Hno. Benjamín Echeverría

Provincial de España

 

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