A todos los hermanos en este tiempo de Cuaresma
TODOS VOSOTROS SOIS HERMANOS (Mt 23,8)
Queridos hermanos: Paz y Bien.
Con el retorno de este tiempo cuaresmal, agradecemos a la Iglesia que nos recuerde que ahora es el tiempo favorable, es el día de la salvación.
Seguramente que estaremos preocupados por vivir con cierta intensidad este tiempo. Tratamos de organizar y proponer en nuestras Fraternidades e iglesias diversas actividades que nos ayuden a celebrar la fe y a prepararnos para la Pascua. Volvemos a recordar la importancia de la Oración, el Ayuno y la Limosna en este tiempo. Así nos lo ha recordado el Papa Francisco en su mensaje para este año. De una u otra manera, sentimos la necesidad de revisar nuestra relación con Dios (oración), con uno mismo (ayuno) y con los demás (limosna). La limosna, la oración, el ayuno se hacen, con frecuencia, de forma que quien hace esas cosas, se note que las hace. Y todo eso se suele hacer “con buena intención”: para dar ejemplo, para hacer el bien a otros, para que la Iglesia se haga presente en la sociedad... Pero al inicio de la Cuaresma el mismo evangelio nos recuerda que hacer el bien en lo escondido es buscar únicamente el bien de los demás, pues al Dios de Jesús no le interesa lo que llama la atención.
En este tiempo vuelve aparecer con fuerza la palabra conversión. Esta, como dice Susana Tamaro, “no es, como muchos piensan, cambiar de camino –el que tengo ante mí ya no me va bien, por consiguiente tomo otro- sino de visión. Sigo andando por el mismo camino, pero veo lo que antes era invisible, oigo los sonidos que no oía. En la base de toda conversión verdadera no existe el tedio o el temor al castigo, sino ese sentimiento, ahora tan raro y obsoleto, que se llama arrepentimiento…”.
Siguiendo los pasos de Jesús, “que pasó por el mundo haciendo el bien”, tenemos una nueva oportunidad en esta Cuaresma para entrar dentro de nosotros mismos, descubrirnos, y acercarnos al Señor con nuestras debilidades y crecer a la luz de la Buena Noticia de Jesús.
A la hora de escribir estas palabras ha resonado en mí el capítulo 23 de Mateo (Mt 23, 1-12). En la comunidad de Jesús nadie es propietario de su enseñanza, ni nadie se ha imponer desde arriba sobre los demás. Todos somos hermanos y hemos de ayudarnos a vivir la experiencia de este Dios Padre. Hemos de trabajar por una fraternidad y una Iglesia de iguales y solidarios.
En la Iglesia y en nuestra propia fraternidad capuchina hay cosas que tienen que cambiar. Pero la mediocridad de nuestras instituciones no justifica la mediocridad de mi fe. Como afirma J. A. Pagola, “lo importante es que cada uno de nosotros reavivemos nuestra fe, que aprendamos a creer de manera diferente, que no vivamos eludiendo a Dios, que sigamos con honestidad las llamadas de la propia conciencia, que cambie nuestra manera de mirar la vida, que descubramos lo esencial del Evangelio y lo vivamos con gozo”.
Que este tiempo de Cuaresma nos ayude en estas tareas y que seamos capaces de alimentar nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra entrega acudiendo a la verdadera fuente.
Madrid, 25 de febrero de 2018
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